martes, 29 de diciembre de 2009

Un mundo de fantasías

María, Keyla y Daniel se unieron a un programa de reforestación que su comuna inició días atrás. Están muy emocionados pues cada fin de semana se dirigen al barranco más próximo de su comunidad y junto a otros niños y jóvenes, además de recrearse, contribuyen a evitar la erosión del suelo y preservar los pulmones de su ciudad.
Los tres niños se esfuerzan por hacer su mejor trabajo. Con amor y entusiasmo limpian los alrededores, encalan piedras y siembran diversidad de árboles.
La buena Madre Naturaleza agradecida con ellos, se regocija al verles. Como premio a su madura conciencia social, dispuso abrir un portal mágico ubicado en una gruta al pie de la montaña.
María fue quien se percató de unos suaves destellos de colores que provenían colina abajo, les comentó a sus amigos, quienes curiosos, decidieron ir a investigar la causa de las lucecitas.
Saltando piedras y troncos carcomidos, llegaron al frente de la gruta. A simple vista no era más que una pared cubierta de hiedra y musgo, por donde goteaban cristalinas gotitas de agua nacida de la montaña. A punto estuvieron de retornar, cuando una suave brisa separo la cortina de hiedra por la mitad, dejando la entrada a la vista de los niños.
Pudo más la curiosidad, que el temor en ellos. No necesitaron de linternas para alumbrar el camino, pues las paredes de la gruta tenían trocitos de jade incrustado, éstos recibían la luz de las pozas de agua, reflectándose hermosamente de suelo a pared, creando con ello un espectáculo de colores.
Poco caminaron cuando vieron a lo lejos la salida. Conforme se acercaban, un agradable sonido a cascada les abrazaba, al igual que un exquisito aroma a manzana, canela y miel que emanaba de aquel lugar.
Cruzaron el portal que los llevaría a un mágico mundo de fantasías, habitado por hadas, elfos y unicornios y cuánto bello animalito creado por la Naturaleza existe. Ante el asombro de los niños, un grupo de hadas llegó volando y les dio la bienvenida, colocándoles tiaras sobre la cabeza, elaboradas con orquídeas, laurel y tortolitas.
María, Keyla y Daniel recreaban su vista en el precioso cielo azul y en las enormes montañas colmadas de árboles, así como en verdes praderas cubiertas de flores, donde cientos de abejas recolectaban polen para elaborar miel. Por doquier deambulaban mariposas, palomas y picaflores, conejos y ardillas, cisnes, gansos y ranitas, todos conviviendo en armonía.
Pasaron horas recostados bajo una enorme ceiba, escuchando increíbles historias de duendes. Comieron dátiles y frutillas dulces y bebieron fresca agua de manantial.
Al caer la tarde, los seres fantásticos agradecieron a los niños por ayudar a preservar su mundo y por amar la Natura. Los encaminaron un tramo adentro de la gruta y les despidieron con efusión.
Preocupados por el tiempo, los niños salieron corriendo pensando que los demás los habían olvidado. Para su sorpresa, encontraron al grupo trabajando aún. Las horas que pasaron en el mundo de fantasía, no habían sido más que veinte minutos aquí. Se vieron unos a otros con un dejo de confusión. Sonrieron y se abrazaron. Prometieron inmortalizar ese día en su memoria, respetar y cuidar siempre la Naturaleza e instar a sus compañeros y amigos para luchar por un mundo sin contaminación, donde reine la belleza de la creación.

© Lissette Flores López. Derechos reservados
Valor educativo: Conciencia Social. Amor por la Naturaleza. Soñar. Imaginar.

sábado, 26 de diciembre de 2009

Un monstruo bajo la cama

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Como cada noche, luego de ponerse la pijama y cepillarse los dientes, Antonio pidió a su madre leyera su libro favorito. Al quedarse dormido su madre le dio un beso, le arropó y apagó la luz.

A eso de la media noche una sombra misteriosa salió debajo de la cama de Antonio, lentamente se puso de pie al lado de la mesita de noche. Aquel bulto era grande y en la oscuridad se podían distinguir un par de ojos y unos enormes dientes.

Poco a poco aquella cosa se inclinaba curioso sobre el niño. Antonio adormitado presintió la sombra cerca; ésta al ver que el niño se movía brincó sobresaltada e intentó meterse de nuevo bajo la cama, consiguiendo únicamente hacer un gran estruendo y despertar a Antonio.

El niño no daba pie a lo que sus ojos veían. Pronto sintió correr un escalofrío por su espalda, su corazón latía muy rápido, los pies y manos le pesaban y aunque quiso gritar, no pudo. La sombra corría de un lado a otro tropezando con los juguetes y los muebles de la habitación. Antonio en un acto de valentía encendió la luz.

¡Un monstruo! ¡Un monstruo! dijo Antonio con trémula voz. El monstruo al ver al chico empezó a llorar ¡un niño! ¡un niño! decía asustado.

Antonio pronto se tranquilizó al ver que el monstruo estaba más aterrado que él. Ofreciéndole su pelota azul intentó calmarlo.

Aquel enorme bulto verde no era más que una masa bonachona y risueña que aprovechaba la oscuridad para buscar amigos y poder jugar. Agarró la pelota entre pucheros, se secó las lágrimas y tras una gran sonrisa saltó a la cama abrazando efusivamente a Antonio.

Así pues, cada día luego de la merienda leen historias fascinantes, colorean libros con dibujos donde hay monstruos y niños horripilantes e inventan mágicas aventuras.


© Lissette Flores López. Derechos Reservados.

Valor educativo: Vencer miedos. Crear, imaginar.

viernes, 18 de diciembre de 2009

Adoptando ternura y agradecimiento


El otro día mis sobrinos salieron con que querían un perrito como premio a un año culminado de estudios satisfactoriamente. Mi hermano accedió a tal estímulo. Visitaron varias tiendas de mascotas donde los animalitos, muy lindos y con pedigrí, valían un sueldo de trabajo, en vista de esto mi hermano lo considero una exageración y decidieron buscar en otro lugar. En dicha búsqueda dieron con AMA Amigos de los animales, una Asociación no lucratica cuyo fin es rescatar animalitos abandonados, enfermos o heridos y tras su cuidado y recuperación, les mejoran la vida dándolos en adopción.

Estos animalitos brindan la misma ternura que uno de tienda, es más, me atevería a decir que hasta son más fieles, pues luego de sufrir el maltrato experimentan de nuevo el amor y el calor de un hogar.

Mis sobrinos, Ale y Andrés, adoptaron una cocker española negra, preciosa, juguetona, con una mirada que te compra la voluntad, sólo los vió entrar y empezó a dar saltos y a correr de un lado a otro como si supiera que iban por ella.

La donación que pide AMA es mínima y muy justa, vamos, luego de ver el proceso que lleva devolverle la dignidad a un animalito de estos quedas motivado a doblar la suma. 

Al final los chicos aprendieron una lección de amor y todos quedaron felicies.



http://www.amigosdelosanimales.org.gt.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

El jardín de Tata

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Un día el padre de Tata decidió remozar su jardín. Botas de hule, guantes amarillos, cachucha para el sol, pala, tijeras, regadera y semillas ¡todo listo para empezar!
Tata curiosa le observa.
-¿Queres ayudarme, Tata?-
-¡Seguro que si papá!-
-Veni entonces, aprovechemos los rayos del sol para hacer una buena siembra- dijo el padre.
Vaciaron algunas macetas; a Tata le parecía fascinante la idea de jugar haciendo caminitos y montañas de tierra.
De lo más entretenida estaba cuando de pronto gritó muy asustada.
-¿Qué sucede?- preguntó sobresaltado su papá
-Se me ha subido un animal al brazo ¡quitámelo¡ ¡quitámelo!
Sonriendo el padre le dice -¡anda! no tenés que temer, es sólo una lombriz que ha querido jugar con vos, es inofensiva.
-Seguro está molesta porque le tumbamos todo- dijo Tata.
-No lo creo hija, ella sabe que le pondremos más guapa su casita.  Mientras terminamos de trabajar vamos a dejarla aquí al pie del guayabal-.
Pasaron toda la mañana en el jardín removiendo tierra y reubicando macetas. Tata ayudó a su padre a sembrar semillas de flores y hierbas aromáticas. De vez en vez se distraía con alguna mariposa que volaba mansamente por ahí.
Ambos estuvieron de acuerdo con el nuevo diseño del jardín.
-¡Ha quedado hermoso papá! Ahora vamos a comer que muero de hambre-.
-Me parece que olvidas algo muy importante, Tata-
La niñita extrañada ve a su alrededor y no entiende qué es lo que pudo haber dejado de lado. -Dime papá ¿qué es eso tan importante que he olvidado?-
-¡Pues regar las plantas! que sin agua no crecerán las semillas que has sembrado, así que ve por tu regadera y rocíales del vital líquido-
Tata feliz corre por su regadera. Humedece cada plantita del jardín, parte del agua cae en la maceta y el resto en sus botitas rojas.
-Ya verás cómo crecerán tus flores- le dice su padre.
Con el tiempo Tata ve su jardín florecido ¡cómo han crecido sus plantas! De la mano de su padre hacen un recorrido por el lugar. Con sorpresa ve sus flores, todas de pintorescos colores, pero le impresiona ver la cantidad de bichitos que hay entre ellas.
-¡Mirá papá! ¿qué hacen todos esos animalitos en nuestras flores? ¡es que acaso se las comerán!-
Tras una carcajada el padre le explica: no mi niña, lo que ves es un ecosistema que le has facilitado a esos bichitos con las plantas que sembraste, no provocarán daño alguno, al contrario, harán que el jardín se vea más bonito. Es más, por las noches las hadas cuidarán de el.
¿¡Hadas!? exclamó Tata.
-¡Claro! ¿quién crees que coloca gotitas de rocío sobre las telarañas cada madrugada?- dijo su padre.
No sólo las flores eran encantadoras en aquel lugar, lo eran también los colibríes, tortolitas, abejas, grillos, caracolitos, libélulas y luciérnagas que se ponían muy felices cada que Tata entraba a jugar a su jardín. Ella aprende de la vida y se recrea con sus bondades y maravillas.
© Lissette Flores López Derechos Reservados.

lunes, 14 de diciembre de 2009

El chipi chipi

 
 

Ven mi niña, salgamos a jugar
que el chipi chipi
todo el día va a durar.
Ponte tu capa y tus botitas
que de charco en charco
nos iremos a saltar
hasta las pozas de aquel río
donde se bañan las ranitas
y no paran de cantar.


Mira las gotitas juguetonas

entre la hiedra resbalar,

brincan sobre la tierra

y al caracol hacen bailar,

es tanto su relajo

que están por despertar

a la semillita de frijol

que acabamos de plantar.

© Lissette Flores López. Derechos Reservados.




Emilio el duende




Verde son sus ropas y botitas,
vive en un molino de trigo
en medio del bosque,
en su patio tiene un huerto
de legumbres y frutitas
que cultiva pa’ los pobres.
Como buen duende juguetón

hace de las suyas:
esconde llaves, botones,
anillos y monedas
y en su alforja guarda
migajas para sus ratones.
Por la gramilla nocturna

de puntillas suele andar,
busca las más bellas flores
para su dulce néctar recolectar
y con ello elaborar
ricos caramelos de sabores.
Duerme en cama de heno

con sábanas de seda,
que los buenos gusanos le tejen
durante todo el verano
y él muy contento
las estrena en primavera.
Yo quiero encontrarle

y esconder su sombrero,
pedirle que cante
un coplero entero
y que en su carretilla
me lleve, a dar un paseo.
 



© Lissette Flores López. Derechos Reservados.