jueves, 4 de noviembre de 2010

Inocencia




















En la foto: Alis, Alejandrita y Andrés
A mis sobrinos, con amor.


En ti se recrea la vida y se viste de sencillez el alma.

Esparces sonrisas al paso dibujado en la mente latidos de muñecas de trapo que pestañean fantasías azules, o el relinchar de caballitos de madera que galopan por las vastas cordilleras de la imaginación.

Estampas de arcoíris la primavera, y salpicas las noches con cantos de grillos, temores vanos, pucheros, y oraciones a medias.

Vas plantando sueños en jardines blancos donde florecen alegres hierberas que juegan rondas con los árboles y tortolitas, y entre vientos arremolinados de ilusiones, rayas la inmortalidad del cielo con avioncitos de papel.

Corres descalza por verdes sendas, tejiendo coronas de azahares y adornando con estrellas, diademas y barquitos de colores.

Cobijas a la voz cándida que todo espera, al llanto embustero que todo consigue, a la mirada ensoñadora que eleva al espíritu en una cometa de nacarado tisú.

Qué diera porque no te fueras de prisa, porque no llegara el otoño y sus fuertes aires, para que sólo supieras de mariposas y hadas, de intrépidas hazañas y raspones infectados, de pies descalzos colgando en barandas y rostros enmelados, de cuentos con melodías de orquesta y finales felices, de crayones partidos a la mitad y dibujos surrealistas. Qué diera porque no se apague nunca el brillo en tus ojos, por sentir siempre tu beso sincero y el calor de tus palabras al pronunciar un te quiero.

Por lo pronto, me adueño de tu presencia, Inocencia, y disfruto de esas pequeñas cosas que se toman un día en crearse, y toda la vida en desaparecer.


© Lissette Flores López. Derechos Reservados.