miércoles, 23 de junio de 2010

Maestra



·Educad a los niños y no será necesario castigar a los hombres”
Pitágoras


A mi hermana Fátima, con infinito amor y admiración

Tus manos cultivan un jardín de orquídeas
que la tierra del Quetzal te ha confiado,
pequeños retoños inventores de sueños, hoy
forjadores de eternas primaveras, mañana.

Te caracteriza la humildad del sabio,
la paciencia y bondad del santo,
la ternura de una madre,
la alegría, paz y esperanza del olivo.

Con sapiencia nutres de entendimiento y ciencia
a tus pequeños niños;  tímidos llegan a ti
sumergidos en indoctas tinieblas
que la antorcha encendida de tu saber guiará.

Más que la razón educas el corazón,
pues es la única educación que trasciende.
Rompes esquemas por encima de la norma
para instruirles con amor, caridad y ejemplo.

En tu rebosante espíritu mora la ilusión,
no conoces de amargura ni soberbias,
lactas tu alma de orgullo y satisfacción
al beso enmelado que en agradecimiento recibes.

En tropel de algarabía las sonrisas pícaras
y travesuras en el aula colman tu día;
conviertes aquel salón en segundo hogar
donde priman los valores y la identidad.

Maestra, tu ardua labor es loable,
tu esfuerzo en lontananza es reconocido
por tus pupilos, hombres y mujeres de bien
que eternizan tus enseñanzas en doradas orlas del tiempo.



Foto: atardecer en la Antigua Guatemala, al fondo los Volcanes de Fuego y Acatenango.


© Lissette Flores López. Derechos Reservados.