lunes, 10 de enero de 2011

Alux, el duende bonachón


Rondaba los bosques nubosos de Guatemala un duendecillo llamado Alux.  Era pequeñito como una mariposa, pero tenía el corazón más grande que el coloso volcán que lo cobijaba bajo sus faldas.

Durante el día Alux exploraba senderos y barrancos en busca de animalitos en peligro para ir a su rescate. Podaba helechos y orquídeas para librarlos de bichos y hongos y así las plantitas permanecieran hermosas adornado la floresta. Por las tardes hacía apacibles siestas en su camita de heno y por las noches salía a recolectar frutos del bosque, los que acondicionaba en su carretilla de madera para luego repartirlos entre las familias más pobres de la aldea cercana.

Las buenas hadas al ver la noble actitud del duendecillo decidieron otorgarle un obsequio. Dicho regalo consistía en tres semillas mágicas. Alux las sembró en el patio trasero de su seta. Con el tiempo retoñó un naranjo, pero no era cualquier naranjo, era uno singular, tan pequeño como Alux. El aroma de sus diminutos azahares arrastrados por el viento inundaba todo el valle, y sus frutos tenían una peculiaridad: proviniendo de un árbol mágico sus naranjas lo eran también. Pero Alux no lo supo hasta el día en que cortó una de las naranjas para comerla y grande sería su sorpresa al colocarla sobre la mesa y ver que ésta se convertía en un exquisito banquete.

Entonces tuvo una magnífica idea: sembró todas las semillas que dio el naranjo en esa cosecha. Con los meses reunió cientos de árboles mágicos. Y desde entonces, cada noche, en vez de repartir vegetales, deja en las puertas de las chozas una naranja mágica con la ilusión de que los aldeanos disfruten del agasajo y que a más de alguno se le ocurra plantar las semillas.

Puede ocurrir que una noche de estas, Alux, deje una naranja mágica en tu puerta. 


© Lissette Flores López. Derechos Reservados.
Ilustración de Paula Mazariegos.